Durante la 11ª edición de los Premios de Libertad Religiosa, celebrada el 29 de noviembre de 2024 en la Iglesia de Scientology de España, el catedrático Fernando Amérigo-Cuervo ofreció un discurso que resonó con profundidad en el público. Reconocido por su trayectoria en Derecho Eclesiástico y su defensa de la dignidad humana, Amérigo-Cuervo destacó la importancia de la libertad de conciencia como base para sociedades democráticas e inclusivas.
Un reconocimiento entre colegas y maestros
El evento, organizado por la Fundación para la Mejora de la Vida, la Cultura y la Sociedad, reunió a figuras clave del ámbito académico y social para celebrar el compromiso con la libertad religiosa. Entre los premiados estuvieron Ana Planet, catedrática de Sociología del Islam, y Santiago Cañamares, experto en derecho religioso. Fernando Amérigo-Cuervo inició su intervención con palabras de gratitud hacia los organizadores, sus colegas y sus mentores:
“Es un honor que me incluyan ustedes en un premio que anteriormente ha sido otorgado a diferentes profesores universitarios a los que conozco, respeto, admiro y con muchos de los cuales mantengo relaciones de amistad desde hace muchos años.”
El catedrático también dedicó tiempo a reconocer el impacto de su colaboración con instituciones como la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones y el Instituto Universitario de Ciencias de las Religiones, de los cuales es miembro fundador. Destacó que su contacto con expertos de diversas disciplinas había ampliado sus horizontes y profundizado su conocimiento sobre la diversidad religiosa y el derecho.
La dignidad humana: núcleo de los derechos humanos
En su discurso, Amérigo-Cuervo narró un momento clave de su formación, cuando un maestro le enseñó que la dignidad humana debía estar por encima de cualquier otra consideración:
“Desde entonces comprendí que el fin último del derecho, más allá de la ordenación de la convivencia, era y es el reconocimiento y la defensa de la dignidad humana. Y unido de manera inescindible al concepto de dignidad humana se sitúan los derechos humanos.”
Subrayó que la libertad de conciencia es el fundamento de otros derechos fundamentales, como la libertad de expresión, de culto y de enseñanza. Según él, este derecho no solo permite el desarrollo personal, sino que es esencial para la construcción de una sociedad inclusiva y tolerante:
“El reconocimiento y el ejercicio de la libertad de conciencia propicia la conformación de sociedades abiertas, plurales, tolerantes e inclusivas.”
Un llamado contra los vientos de intolerancia
El catedrático no ignoró los desafíos actuales, como el auge del autoritarismo, el racismo y la xenofobia, que amenazan el pluralismo y la diversidad. Para Amérigo-Cuervo, defender la libertad de conciencia es una forma de resistir estos males:
“Vivimos tiempos difíciles. Soplan vientos de autoritarismo, de intolerancia, de racismo y xenofobia, de cuestionamiento del pluralismo y de desprecio o discriminación al diferente y al minoritario, de demonización de la diversidad.”
Hizo un emotivo llamado a recuperar los principios ilustrados de libertad, igualdad y fraternidad, citando a figuras como Erasmo de Rotterdam, Voltaire y Thomas Jefferson, así como a contemporáneos como John Rawls y Charles Taylor. Amérigo-Cuervo abogó por mantener relaciones de armonía y civilidad entre personas con creencias diversas, destacando que la fraternidad es clave para una convivencia pacífica.
Una dedicación personal y profesional
En un cierre emotivo, Amérigo-Cuervo dedicó el premio, además de asus profesores y compañeros, a sus estudiantes, quienes, según sus palabras, dan sentido a su labor académica:
“Ellos dan sentido a mi tarea y conocen mi compromiso en defensa de la libertad de conciencia.”
También mencionó a sus hijos, Ana y Jorge, como su mayor inspiración y como ejemplo de su esfuerzo por inculcar valores de tolerancia, respeto y libertad.
Un evento que reafirma valores universales
El discurso de Fernando Amérigo-Cuervo complementó las intervenciones de Ana Planet y Santiago Cañamares, quienes abordaron el pluralismo y los retos del derecho a la libertad religiosa en Occidente. La ceremonia también rindió homenaje a L. Ronald Hubbard por su legado en la defensa de los derechos humanos.
La intervención de Amérigo-Cuervo fue un recordatorio de que la dignidad humana y la libertad de conciencia son pilares esenciales para garantizar sociedades inclusivas y justas. Su llamado a resistir los vientos de intolerancia y a reforzar los valores democráticos resonó como un mensaje de esperanza y responsabilidad colectiva.
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